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lunes, 3 de noviembre de 2025

Mazón y la DANA: entre la responsabilidad y la fatalidad

La dimisión de Carlos Mazón como presidente de la Generalitat Valenciana tras la devastadora DANA de noviembre de 2024 ha sacudido el panorama político valenciano. Muchos han interpretado su salida como la prueba de una gestión fallida; otros, como un gesto de dignidad política poco frecuente. Pero más allá de las lecturas partidistas, conviene detenerse un momento y preguntarse: ¿hasta qué punto puede responsabilizarse a un gobierno —a una persona— de los efectos de un fenómeno meteorológico de semejante magnitud?

Porque lo ocurrido aquel noviembre no fue una simple tormenta. Fue una DANA —una depresión aislada en niveles altos— de intensidad histórica, que descargó en apenas horas una cantidad de lluvia superior a la media de varios meses. Inundaciones súbitas, desbordamientos imprevistos, daños estructurales y un operativo de emergencia desbordado por la velocidad de los acontecimientos. Nadie puede negar el drama ni el dolor. Pero tampoco debería ignorarse que nos enfrentamos a un fenómeno natural de consecuencias prácticamente incontrolables.

La Comunitat Valenciana conoce bien las DANAs; forma parte de su geografía emocional y física. Sin embargo, lo que hemos visto en los últimos años —y lo ocurrido en 2024 lo confirma— es un salto cualitativo en su violencia y frecuencia. El cambio climático está alterando patrones meteorológicos de forma radical, y con ello desafiando los sistemas de prevención y respuesta de las administraciones. Por mucho que se planifique, por mucho que se invierta, hay umbrales de la naturaleza que el ser humano aún no puede contener.

En este contexto, culpar a Mazón de los estragos de la DANA resulta, cuando menos, simplista. La gestión de una emergencia de esa envergadura no depende únicamente de la voluntad política, sino también de factores técnicos, logísticos y, sobre todo, imprevisibles. Es cierto que siempre hay margen para mejorar la coordinación, la comunicación o la planificación; pero sería injusto confundir las limitaciones del sistema con la negligencia de una persona.

Podemos adjudicarle la culpa de una gestión tardía, si como parece, estaba informado en tiempo y forma adecuados, y es evidente que una alerta a tiempo hubiera salvado alguna vida, pero el desastre estaba servido y era imparable, independientemente de donde estuviera y con quién. 

La dimisión de Mazón, lejos de ser una admisión de culpa, puede interpretarse como un acto de responsabilidad política. Un gesto que asume el peso simbólico del cargo y reconoce el sufrimiento colectivo, aunque las causas del desastre sean en gran medida ajenas a la acción humana. En tiempos de políticos que se aferran al poder pese a todo, su renuncia parece, incluso, un ejercicio de coherencia institucional.

Quizá lo que necesitamos, más que buscar culpables inmediatos, es repensar cómo afrontamos los nuevos desastres climáticos que nos esperan. La DANA de 2024 no fue la primera, ni será la última. Y si algo nos ha enseñado, es que ningún presidente —ni Mazón ni ningún otro— podrá contener por sí solo la fuerza desatada de un clima cada vez más extremo.

lunes, 20 de octubre de 2025

Carta abierta al Ayuntamiento: lo que un vecino tiene que decir sobre el “basurazo”

Después de mi anterior escrito sobre el llamado “basurazo”, me he quedado con la sensación de que muchos vecinos de Vila-real pensamos lo mismo: que esta nueva tasa de residuos es injusta, mal planteada y, sobre todo, innecesariamente gravosa. Pero como parece que al Ayuntamiento no le basta con el malestar general, he querido ponerlo por escrito en una carta dirigida al propio consistorio. Una especie de “ya está bien”, por si a alguien le queda algo de sensibilidad en el despacho de la plaza Mayor.

Porque sí, sabemos que la ley obliga a implantar una tasa por la gestión de residuos. Pero también sabemos que las leyes dejan margen para aplicarlas con cabeza. Y aquí se ha hecho de la manera más fácil: se aprueba una ordenanza, se reparten los recibos y se espera que el ciudadano asuma otra carga más con resignación.
Sin explicaciones claras, sin debate público y sin detallar cómo se ha calculado lo que vamos a pagar.

En mi carta, que he registrado formalmente en el Ayuntamiento, expreso algo que me parece de puro sentido común:

Si el servicio de basuras ya estaba incluido en los presupuestos municipales —que se financian con el IBI que todos pagamos—, ahora que se cobra aparte, lo lógico sería descontar del IBI el mismo importe.
Lo contrario es una doble imposición en toda regla.

No puede ser que el Ayuntamiento diga que “no hay más remedio” que cobrarnos esta tasa, mientras mantiene sin tocar el resto de impuestos. Cumplir la ley no significa sangrar al contribuyente. Cumplir la ley también puede significar buscar fórmulas más justas, compensar al vecino, o al menos explicarle con transparencia qué se está haciendo con su dinero.

Lo que más molesta no es pagar, sino no saber por qué se paga tanto y para qué. Nadie nos ha enseñado la memoria económica que justifique el coste real del servicio. No sabemos cuánto cuesta recoger, transportar y tratar los residuos en Vila-real, ni cómo se ha calculado la cantidad que corresponde a cada vivienda. Todo se aprueba y se comunica como una obligación inevitable, y ya está.

Mientras tanto, los vecinos seguimos igual: pagando más por lo mismo, sin notar mejora alguna en la limpieza, en el reciclaje ni en la gestión.
Y encima, con la sensación de que si protestas, te dirán que “es por el medio ambiente”. Como si pagar más fuera la única forma de ser ecológico.

Ojalá el Ayuntamiento se tome en serio este malestar y reconsidere cómo aplica esta tasa. No se trata de hacer demagogia, sino de aplicar la justicia con un poco de empatía.
Porque gobernar no es exprimir al vecino: es escucharlo, explicarle las cosas y buscar soluciones equilibradas.

Yo ya he hecho mi parte presentando mi reclamación. Y animo a otros vecinos a hacer lo mismo. No se trata de montar una revolución, sino de recordarle al Ayuntamiento que los ciudadanos también tenemos voz.
Y que la paciencia, igual que el bolsillo, tiene un límite.

Instancia Ayuntamiento

domingo, 19 de octubre de 2025

El “basurazo” o cómo castigar otra vez al contribuyente

 Ya lo tenemos aquí. El famoso “basurazo” que el Ayuntamiento de Villarreal ha decidido implantar ya es una realidad. Una nueva tasa, otro recibo más, otra vuelta de tuerca al bolsillo del contribuyente, que parece ser la fuente inagotable de financiación para cualquier necesidad municipal. Se nos dice que es una imposición de Europa, que lo marca la ley, que “no queda más remedio”. Y uno ya está cansado de que siempre sea así: que nunca quede más remedio que pagar más.

Lo curioso es que cuando se trata de subir impuestos o inventar nuevas tasas, la eficacia municipal se dispara. No hay estudio, comisión o trámite que se resista. Pero cuando se trata de ajustar el gasto, de eliminar duplicidades, de reducir sueldos o de hacer que el dinero público rinda más, entonces el ritmo se vuelve desesperadamente lento. El ciudadano, mientras tanto, ve cómo cada año paga más y recibe lo mismo… o incluso menos.

El nuevo “impuesto de la basura”, con toda su envoltura de sostenibilidad y reciclaje, se presenta como un avance ecológico. Pero detrás de los discursos se esconde lo de siempre: más carga fiscal para el vecino. Que si el tratamiento de residuos cuesta mucho, que si hay que cumplir con Europa, que si “el que contamina paga”. Todo eso suena bien en teoría, pero en la práctica lo que tenemos es que pagan todos por igual, contaminen o no. Paga lo mismo el vecino que separa, recicla y usa el ecoparque, que quien tira todo mezclado. Y eso, además de injusto, es profundamente desmotivador.

La realidad es que esta tasa podría haberse planteado de otro modo, sin perjudicar más a las familias ni asfixiar a los pequeños negocios. Por ejemplo, deduciendo del IBI el importe equivalente al “basurazo”. Al fin y al cabo, el servicio de recogida de residuos ya estaba incluido dentro del presupuesto municipal, que en buena parte se financia precisamente con el IBI. Si ahora quieren cobrarnos aparte, lo lógico sería que redujeran la contribución en la misma cantidad. Pero claro, eso no interesa, porque el Ayuntamiento se acostumbró a ingresar y difícilmente renuncia a nada.

Y es que la sensación general es la de un abuso silencioso. No hay debate público, no se pregunta al vecino, no se explica con claridad cómo se calcula el coste ni cuánto se recaudará. Simplemente se aprueba, se anuncia que es “obligatorio” y se da por hecho que todos tragarán. Y mientras tanto, quienes gobiernan siguen repitiendo el mantra de la responsabilidad ambiental, como si eso justificara todo. Pero no: ser sostenible no puede ser sinónimo de pagar más.

El ciudadano de Villarreal ya soporta bastantes impuestos y tasas: el IBI, el agua, la luz, el impuesto de circulación, vados, IAE, ocupación de vía pública… y ahora también el “basurazo”. Todo suma. Y lo peor es que, cada vez más, la gente siente que el esfuerzo no se ve recompensado. Que las calles están igual o peor, que el reciclaje no mejora, que la limpieza no luce y que el dinero desaparece en una maraña de burocracia y promesas incumplidas.

Ojalá algún día el Ayuntamiento entienda que gobernar no es apretar al contribuyente, sino buscar soluciones inteligentes. Hay maneras más justas de cumplir la ley y mantener el equilibrio presupuestario sin exprimir al vecino. Pero para eso hace falta voluntad política, empatía y un poco de sentido común. De lo contrario, seguiremos igual: con un recibo más en el buzón y la sensación amarga de que el ciudadano siempre paga los platos rotos.

Bruselas desmiente al Gobierno

domingo, 5 de octubre de 2025

Volteo de campanas, al finalitzar la misa de la Fiesta Principal de la asociación de Hijas de María del Rosario

Siempre hemos pensado a la hora de mostrar nuestro pueblo el hacerlo por medio de imágenes, pero también hay sonidos que nos recuerdan a él, sobre todo si sé tiene un sentimiento tan fuerte como el que puedan tener las asociadas, tanto 'rosarieres' como 'puríssimeres'.

Hoy he pensado que estaría bien plasmar estos cinco minutos del vuelo de las campanas, al finalizar la misa de la Fiesta Principal de la asociación de Hijas de Maria del Rosario, sobre todo por aquellas que puedan escucharlo lejos de nuestro pueblo y que seguramente las emocionará.



viernes, 9 de mayo de 2025

Ordenanza de convivencia ciudadana - Villarreal

Adjunto las Ordenanzas municipales de Villarreal, por si son de utilidad a las personas de nuestra ciudad que consideren que se vulneran sus derechos, especialmente durante las fiestas en lo referente al ruido y el descanso.
Puede consultar el capítulo V y  el IX

Recuerda con con el zoom de pantalla podrás leerlo mejor (Ctrl +)

jueves, 27 de marzo de 2025

España volverá a ser Al-Ándalus

La Globalización es una realidad de la que no podemos ni debemos abstraernos.

Las facilidades para mover mercancías, capitales y personas por casi todo en mundo, hace que podamos encontrar casi de todo en casi cualquier sitio.

Además, la permisividad de las leyes en este sentido abre las fronteras para que estos movimientos apenas encuentren dificultades para traspasarlas.

Esto nos ha llevado a una enfermiza dependencia de países que, por su mayor eficiencia, tecnología o condiciones laborales, son más competitivos y sus productos son, o mejores, o más económicos, o ambos a la vez, relegando nuestra economía al ostracismo.

La ‘pescadilla que se muerde la cola’. Poca competitividad, bajo nivel de ventas y exportaciones, menos inversión en los productos, menos ventas,…

En la actualidad España, como todos sabemos, se mantiene gracias al turismo y poco más. Nuestros productos, en la mayoría de los casos, son poco competitivos por lo ineficientes de la mayoría de los procesos de producción, que al mismo tiempo los convierte en caros y, para más inri, el Gobierno pretende reducir las horas de trabajo semanales, lo que va a repercutir en el incremento de los precios. Somos, pues, un país pobre.

Más bien diría que somos un país empobrecido. La deuda púbica, en límites nunca antes alcanzados, sigue en aumento debido a la gran cantidad de sueldos públicos que hay que pagar, sobre todo de políticos y empleados de administraciones muchas veces innecesarias. Y no contentos, la corrupción que les lleva a llenarse los bolsillos aún más con dinero de las arcas públicas.

También las ayudas sociales se llevan muchísimo dinero, pero estas son derechos adquiridos por los españoles que en su vida laboral han dejado una gran parte de su salario en cotizaciones para estos menesteres.

Si bien es cierto que algunos países nunca llegaron a abrirse totalmente, también lo es que en la actualidad existe una corriente que pretende volver a limitar estos movimientos para incentivar el consumo de productos autóctonos, estableciendo aranceles a la entrada de mercancías.

Del mismo modo, también se está poniendo cerco a los movimientos migratorios indiscriminados, mediante el cierre y control de fronteras y la emisión de visados para la entrada en los países, que además de autorizar la entrada, también establece la duración del permiso de estancia.

Caso aparte lo constituyen las peticiones de asilo para protegen a personas que, habiendo llegado a un territorio por el medio que sea, temen por su seguridad si regresan a su país, y solicitan amparo.

Estos casos deberían ser minoritarios, pero vista la bonanza de los países receptores o el vacío legal para su deportación, se está convirtiendo en el modo de acceso más habitual.

Es humanamente exigible ayudar a quién lo necesita, pero nadie está obligado a hacerlo por encima de sus posibilidades. Este tema resulta muy complicado tratarlo sin aparentar xenofobia, o racismo, si los extranjeros tienen distinto color de piel, pero no se trata de eso.

Sería precioso que las personas que llegaran a un país, lo hicieran por su propia voluntad, en un medio de trasporte seguro y estandarizado, buscaran su desarrollo personal mediante un trabajo adecuadamente remunerado y se integraran en la sociedad, y en caso de no poder lograrlo, no tuvieran ningún problema en cambiar de lugar o volver a su tierra originaria, dependiendo siempre de lo que por sí mismos pudieran conseguir honradamente, sin depender de una ayudas que en la mayoría de los casos, y siguiendo los mismo criterios que los nativos de lugar, no se han ganado.




Las guerras, las hambrunas, las epidemias, los desastres naturales, siempre han provocado desplazamientos masivos de población, que los países receptores han tenido que acoger con mayor o menor aceptación popular, y siempre con la intención de que, resuelto el problema que los originó, regresaran a sus lugares de origen, toda vez que en ocasiones, y una vez consolidada la nueva realidad de vida en el país de acogida, este se convierta en su segunda patria y se quedaran a vivir en ella.

En la actualidad, existen migraciones que, más que huir de situaciones de peligro, simplemente buscan mejorar las condiciones de vida a costa del país de acogida, así, los actuales flujos de población que llegan a nuestro patria, lo hacen por la puerta trasera, a escondidas, como los ladrones, sin pasar controles de fronteras ni aduanas, fieles a sus costumbres y tradiciones, a las que en ningún momento pretenden renunciar, incluso nos exigen, no solo respeto, sino adhesión. En su mayoría, no se esfuerzan en trabajar y buscan vivir de una caridad que consideran un derecho, que incluso reclaman con una violencia inusitada en nuestra sociedad, y que a pesar de ello, nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad tienen las manos atadas para reprimir.

Son situaciones que, por más que el Gobierno pretenda normalizar, resultan difíciles de aceptar por la ciudadanía desde el momento que observan como gran parte de sus impuestos se esfuman en mantener a estas personas, que vinieron porque quisieron, sin que nadie les llamara y a los que nadie les prometió nada y que nos empobrecen aún más.

Es la política migratoria actual la que ejerce esa fuerza de atracción, legalizando situaciones anómalas y asignándoles unas ayudas a cambio de nada.

Lo malo es lo que estoy narrando, pero lo peor es que, llegado el momento que observemos que esto resulta inasumible y queramos revertirlo,  habrá tantísimas personas dependientes de estas ayudas, que incendiarán las calles, las manifestaciones se volverán tan violentas que no habrá policía suficiente para sofocarlas, y dadas las características de estas personas, mucho más violentas que nosotros, no tendremos más remedio que claudicar y seguir manteniendo su nivel de bienestar.

No pasará mucho tiempo hasta que entren legalmente en nuestras instituciones y después en el Gobierno.

España volverá a ser Al-Ándalus.

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