España mantiene el plan de cerrar sus centrales nucleares pese a su papel clave como energía limpia, barata y estable. Mientras Europa refuerza su parque nuclear, España se arriesga a más dependencia del gas y a un sistema eléctrico menos seguro. Un análisis crítico sobre una decisión ideológica más que técnica.
Al final, tras la abstención misericordiosa de Junts, el Gobierno seguirá adelante con su plan estelar: cerrar las centrales nucleares. No importa que Francia esté reabriendo reactores, que EEUU y Japón amplíen vida útil, o que medio mundo entienda que sin nuclear no hay transición energética seria. Aquí vamos al revés: si funciona, se cierra.
Y lo más curioso es que todo esto se hace en nombre de “lo verde”. Sí, lo mismo que luego nos llena el campo de placas chinas y molinos alemanes en cada loma, aunque después falte red eléctrica, almacenamiento o sentido común.
La nuclear, ese invento terrible que… emite menos CO₂ que un aerogenerador en sus primeros meses de vida
Porque conviene recordarlo:
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La nuclear no emite CO₂ en operación.
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Es estable, segura y barata porque ya está totalmente amortizada.
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Y los residuos, ese espantajo que siempre se agita, llevamos gestionándolos décadas sin dramas… salvo el político, porque ningún gobierno se atreve a decidir dónde poner el almacén centralizado. Les da miedo molestar a algún alcalde.
Pero da igual. En España preferimos la épica simbólica. Cerrar nucleares “queda bien” en los eslóganes, y eso basta.
¿Y qué ponemos cuando no haya viento? Muy fácil: gas. Mucho gas.
El cierre nuclear no baja emisiones: las sube. Cuando desaparecen los 24/7 de las centrales, entra el ciclo combinado. Y el gas no solo contamina: depende de que Argelia esté de buen humor y que los barcos de GNL no decidan doblar la esquina hacia Asia.
Todo muy “estratégico”, sí.
Europa industrializa; España desmantela
Mientras Europa habla de soberanía energética, de reindustrialización y de no regalar la factura eléctrica a terceros, España decide quitarse la única energía firme y limpia que tenemos.
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Francia construyendo nuevos reactores.
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Finlandia encantada con el suyo.
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Reino Unido lanzando proyectos pequeños modulares.
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Incluso Alemania, tras su aventura cara y contaminante, empieza a admitir que igual se pasaron de frenada.
Y aquí, a contracorriente como siempre, vamos a desmontar un sistema que funciona y que nos da estabilidad. Porque el Excel del ministerio dice que en 2035 todo será renovable y maravilloso. Claro.
La realidad es muy sencilla
Cerrar las nucleares antes de tener almacenamiento barato y abundante es una temeridad.
Y lo peor: una temeridad cara, que pagaremos todos en la factura.
Las renovables son el futuro, sin duda. Pero un futuro que aún no está preparado para sostener un país industrial sin un respaldo firme. Quien diga lo contrario o vende humo, o ni se ha leído los informes de la propia Red Eléctrica.


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