Hay temas que uno deja correr… hasta que vuelve a pasar por la ITV y recuerda por qué este país funciona como funciona. Coches con más de cierta edad —que cada vez parece que tienen menos edad, porque esto de ampliar obligaciones siempre es apetecible— deben pasar la famosa Inspección Técnica de Vehículos. Hasta aquí, nada que objetar: la seguridad vial es importante. El problema viene cuando la obligación se convierte en un ritual caro, lento y, sobre todo, muy rentable… para otros.
Porque no nos engañemos: en la Comunitat Valenciana, el negocio de la ITV es un bocado muy apetecible para la Generalitat. Pasar por caja es obligatorio y periódico, y uno tiene esa sensación tan española de “pago porque me toca, no porque me aporten un servicio del siglo XXI”.
Los talleres ya conocen nuestros vehículos, los reparan, los ajustan y saben mejor que nadie si el coche está para carretera o para desguace. Convertirlos en “estaciones técnicas” homologadas para realizar la ITV no es ciencia ficción. Solo requiere voluntad política… que es precisamente lo que suele faltar cuando hay un negocio montado y funcionando a golpe de etiqueta adhesiva.
La propuesta es simple:
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Los talleres se homologan para realizar las revisiones con los mismos criterios técnicos que las estaciones oficiales.
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La GVA vende las etiquetas de aptitud —sí, que se queden el negocio si tanto les duele soltarlo— a los talleres.
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El cliente paga la revisión y la etiqueta, sin colas eternas, sin desplazamientos absurdos, sin rituales burocráticos.
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La Administración supervisa, y aquí sí, con mano firme, que los talleres cumplan a rajatabla las normas de inspección.
La pregunta del millón. ¿Problemas técnicos? Ninguno que no se pueda resolver. ¿Falta de profesionales? Los talleres están llenos de ellos. ¿Cuestiones de seguridad? Con mayor motivo deberían estar más implicados quienes realmente conocen los vehículos.
Si la Generalitat quiere “hacer negocio”, que lo haga vendiendo las etiquetas. Pero la revisión debería poder realizarse en cualquier taller homologado. No tiene sentido seguir atados a un modelo rígido y centralizado cuando la tecnología y la lógica apuntan en la otra dirección.


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