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domingo, 19 de octubre de 2025

El “basurazo” o cómo castigar otra vez al contribuyente

 Ya lo tenemos aquí. El famoso “basurazo” que el Ayuntamiento de Villarreal ha decidido implantar ya es una realidad. Una nueva tasa, otro recibo más, otra vuelta de tuerca al bolsillo del contribuyente, que parece ser la fuente inagotable de financiación para cualquier necesidad municipal. Se nos dice que es una imposición de Europa, que lo marca la ley, que “no queda más remedio”. Y uno ya está cansado de que siempre sea así: que nunca quede más remedio que pagar más.

Lo curioso es que cuando se trata de subir impuestos o inventar nuevas tasas, la eficacia municipal se dispara. No hay estudio, comisión o trámite que se resista. Pero cuando se trata de ajustar el gasto, de eliminar duplicidades, de reducir sueldos o de hacer que el dinero público rinda más, entonces el ritmo se vuelve desesperadamente lento. El ciudadano, mientras tanto, ve cómo cada año paga más y recibe lo mismo… o incluso menos.

El nuevo “impuesto de la basura”, con toda su envoltura de sostenibilidad y reciclaje, se presenta como un avance ecológico. Pero detrás de los discursos se esconde lo de siempre: más carga fiscal para el vecino. Que si el tratamiento de residuos cuesta mucho, que si hay que cumplir con Europa, que si “el que contamina paga”. Todo eso suena bien en teoría, pero en la práctica lo que tenemos es que pagan todos por igual, contaminen o no. Paga lo mismo el vecino que separa, recicla y usa el ecoparque, que quien tira todo mezclado. Y eso, además de injusto, es profundamente desmotivador.

La realidad es que esta tasa podría haberse planteado de otro modo, sin perjudicar más a las familias ni asfixiar a los pequeños negocios. Por ejemplo, deduciendo del IBI el importe equivalente al “basurazo”. Al fin y al cabo, el servicio de recogida de residuos ya estaba incluido dentro del presupuesto municipal, que en buena parte se financia precisamente con el IBI. Si ahora quieren cobrarnos aparte, lo lógico sería que redujeran la contribución en la misma cantidad. Pero claro, eso no interesa, porque el Ayuntamiento se acostumbró a ingresar y difícilmente renuncia a nada.

Y es que la sensación general es la de un abuso silencioso. No hay debate público, no se pregunta al vecino, no se explica con claridad cómo se calcula el coste ni cuánto se recaudará. Simplemente se aprueba, se anuncia que es “obligatorio” y se da por hecho que todos tragarán. Y mientras tanto, quienes gobiernan siguen repitiendo el mantra de la responsabilidad ambiental, como si eso justificara todo. Pero no: ser sostenible no puede ser sinónimo de pagar más.

El ciudadano de Villarreal ya soporta bastantes impuestos y tasas: el IBI, el agua, la luz, el impuesto de circulación, vados, IAE, ocupación de vía pública… y ahora también el “basurazo”. Todo suma. Y lo peor es que, cada vez más, la gente siente que el esfuerzo no se ve recompensado. Que las calles están igual o peor, que el reciclaje no mejora, que la limpieza no luce y que el dinero desaparece en una maraña de burocracia y promesas incumplidas.

Ojalá algún día el Ayuntamiento entienda que gobernar no es apretar al contribuyente, sino buscar soluciones inteligentes. Hay maneras más justas de cumplir la ley y mantener el equilibrio presupuestario sin exprimir al vecino. Pero para eso hace falta voluntad política, empatía y un poco de sentido común. De lo contrario, seguiremos igual: con un recibo más en el buzón y la sensación amarga de que el ciudadano siempre paga los platos rotos.

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