Estos días se están publicando los beneficios de las grandes empresas de nuestro país, siendo todos ellos desorbitadamente altos, en contraposición a las economías familiares, que apenas pueden llegar a final de mes.
Mientras tanto, la inflación, a pesar de las medidas que, desde Europa nos vienen marcando, de subida de tipos de interés, sigue en unos niveles demasiado altos.
Las subidas de salarios impuestas por el Gobierno y que les enfrenta a los empresarios, a la larga o a la corta se repercuten en los precios y no consiguen minimizar las diferencias entre precios y salarios. Se está demostrando que ese no es, pues, el camino.
Debe ser la empresa la que llegue a la conclusión de que no le resulta rentable ganar tanto dinero, que es más práctico mantener una buena competitividad frente a empresas del mismo sector, que le garantice las ventas y le haga perdurar en el tiempo.
La competitividad se consigue, sobre todo con la calidad de sus productos, pero aderezado con unos precios asumibles por parte del cliente.
Al mismo tiempo es importante, dentro del ámbito laboral, la gestión de Recursos Humanos, es decir, mantener en sus puestos de trabajo a los trabajadores que han demostrado su valía para el mismo. Esto se consigue con una adecuada política salarial y de conciliación de vida familiar, con los permisos y vacaciones reglamentarios.
Por otro lado, en contraposición a todo esto, están los beneficios esperados, deseados, y en muchos casos, exigidos por el Banco de España.
Si la empresa se inclina por incrementar los beneficios, lo más probable es que desatienda el resto de acciones, con bajada de calidad, subida de precios, desatención de los empleados en lo que a salarios y permisos se refiere.
Es por ello, que las medidas del Gobierno deberían ir en la dirección de limitar los beneficios de las empresas. Establecer un porcentaje lo suficientemente atractivo como para que a las empresas les resulte rentable seguir en el ejercicio de su actividad, pero obligándoles a reinvertir los excesos en las áreas que ya hemos comentado (precios más atractivos y competitivos, mejor calidad y atención a los empleados, con nuevas contrataciones, incremento de salarios y conciliación de vida familiar)
Sería una forma de que estos impuestos no se pudieran repercutir a los clientes, ya que si se hace, seguirían con unos beneficios superiores a lo establecido y deberían pagar mucho más en forma de impuestos.
En fin, igual habría que pulir la idea, pero podría ir en ese sentido.
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