No sé si meterme en camisa de once varas o pasar del tema, pero
es que la crisis de las migraciones, con el tema del Acuarius y otras noticias
sobre el tema, algunas de ellas con trágico final, mueven nuestras conciencias
y estas nuestra razón, para oponerse a los sentimientos que, indefectiblemente,
como personas, nos afloran.
Por una parte, creo no equivocarme si digo ‘a todos’, nos
preocupa la suerte que puedan correr tantos y tantos inmigrantes que, huyendo
de las penurias de sus países, se dirigen hacia Europa como destino general, y
que por circunstancias geográficas, deben pasar por los países mediterráneos como puerta de entrada.
Estoy seguro que a todos nos gustaría que Europa tuviera
espacio suficiente para acoger a tantísimos inmigrantes como pretenden llegar,
y cuando digo ‘espacio’ no me refiero a sitio físico, que haberlo ‘haylo’, me
refiero al espacio necesario para vivir dignamente, con las necesidades básicas
cubiertas sin interferir en las necesidades de los demás. Y eso ya no está tan
claro que se pueda conseguir si son tantas las personas a las que hay que
acoger.
Por otra parte, y a pesar de nuestros sentimientos hacia
ellos (buenos o malos), no somos los particulares los que debemos organizar las
políticas de acogida, que no son fáciles de implementar, por una parte porque
un solo país puede llegar a colapsarse si él solo pretende dar solución a tan
grave problema. Por otra, poner de acuerdo a los dirigentes de todos los países
europeos implicados es prácticamente imposible, dadas las diferentes
situaciones por las que cada uno atraviesa (políticas, económicas, culturales,
morales,…).
En cualquiera de los dos casos, esta claro que la
improvisación no es buena consejera, aunque es el arma más rápida que tenemos.
En otro caso, mientras organizamos las llegadas de los barcos o las pateras,
perdemos muchísimas vidas en el mar.
Además, los sentimientos de los dirigentes no son los que
deben primar en estos casos, debe ser la razón, y esta debe intentar recopilar
las razones de la mayoría de los ciudadanos.
Una persona puede ser acogedora, pero su vecino puede no serlo, ¿Cómo va a
decidir la primera que van a recibir en sus casa un inmigrante cada uno?,
evidentemente no es correcto, ni siquiera si van a ir a un centro colectivo que
pagan entre los dos. Debe haber al menos una mayoría, que por eso estamos en una
democracia.
Ya para finalizar, querría exponer una solución en la que,
seguro todos estaríamos de acuerdo, esta sería actuar en el origen del
problema. No sé como, no soy político, pero si consiguiéramos en sus países una calidad de
vida lo suficientemente buena para que no tuvieran que huir, ¡Problema
resuelto! ¿O no?
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