Estos días hemos sido testigos de la sentencia a los políticos
presos de ‘pruces’, sentencia que para unos es desproporcionada y para otros
justa. Incluso los hay que creen que se ha quedado corta y es que el
delincuente siempre encuentra justificación para su delito e injusto y
desmesurado su castigo.
En cualquier caso, a pesar de ser una sentencia esperada, o
quizás por ello, que les ha permitido organizarse, a desencadenado toda una
serie de manifestaciones contrarias en toda Cataluña que abogaban por rebajar
las penas demasiado duras o directamente suprimirlas por considerar inocentes a
los presos políticos.
La toma del aeropuerto del Prat o los cortes de carreteras
han sido los precursores de grandes manifestaciones en las ciudades.
Estas manifestaciones han adquirido tintes de especial violencia en la ciudad de Barcelona donde, las gente mediocre, que se vincula a estos movimientos de masas para dar sentido a vidas vacías, arengadas por sus dirigentes políticos han tomado las calles multitudinariamente.
Estas manifestaciones han adquirido tintes de especial violencia en la ciudad de Barcelona donde, las gente mediocre, que se vincula a estos movimientos de masas para dar sentido a vidas vacías, arengadas por sus dirigentes políticos han tomado las calles multitudinariamente.
Aunque resulte inverosímil, de entrada hemos de creer que la
inmensa mayoría de los manifestantes tenía intenciones pacíficas, pero un buen
número de ellos, movilizados por la
aplicación para móviles creada al efecto ‘Tsunami democràtic’, sabían a lo que
iban, que no era otra cosa que a exaltar a estas masas sin personalidad propia
y crear el caos.
Con maniobras perfectamente orquestadas estos violentos
infiltrados, a los que podríamos catalogar de mercenarios o profesionales,
porque, por lo visto los había llegas de otros lugares con esta única
finalidad, se encargaban de ir provocando a los cuerpos y fuerzas de seguridad,
lanzando consignas que alteraban a manifestantes y los ponían en contra de
estos.
Sabedores de que la policía tiene orden de no emplearse con más fuerzas que las proporcionales a los ataques recibidos, no les temían e iban subiendo el tono de sus provocaciones, mientras preparaban sus artilugios de ataque.
Sabedores de que la policía tiene orden de no emplearse con más fuerzas que las proporcionales a los ataques recibidos, no les temían e iban subiendo el tono de sus provocaciones, mientras preparaban sus artilugios de ataque.
Porque cuando dos
colectivos se enfrentan usando fuerzas proporcionales, la tangana esta servida,
y durará en tanto en cuanto estas fuerzas no se desequilibren hacia uno u otro
lado, en cuyo momento al colectivo más débil se le pasarán las ganas de tanta
tontería.
Pronto comenzaban a lanzarles lo que tenían más a mano, como
latas de refrescos, o trozos de mobiliario urbano que iban destrozando (bancos
de madera, contenedores, señales de circulación o indicativas de dirección,…)
hasta que la policía realizaba alguna carga para hacerlos retroceder,
defendiéndose con las porras.
Quizá esta era la respuesta esperada para comenzar la verdadera batalla campal.
Quizá esta era la respuesta esperada para comenzar la verdadera batalla campal.
Los violentos no necesitaban excusa pues para eso estaban
ahí, pero los que se manifestaban pacíficamente, indignados por las cargas,
sacaban a relucir su parte salvaje, uniéndose y dando más fuerza a los
infiltrados.
A partir de aquí, se formaron barricadas con todo tipo de
objetos, se les prendía fuego para que fueran más eficaces, se arrancaban
adoquines y baldosas de las calles y aceras para lanzárselas a la policía, que
no siempre tenían autorización para defenderse con el lanzamiento de pelotas de
goma.
Heridos, tanto de policías como de ciudadanos, detenidos y
millones de daños a la ciudad, que vamos a tener que pagar entre todos los
españoles, además de a su imagen y a sus comercios, son un triste balance de
algo que nunca debió permitirse.
Y es que la
mayor victoria es la de la batalla que no llega a producirse.
No sé como se podría haber evitado estando el frente de la
Generalitat Quim Torra, a quién se
ve tan feliz moviendo los hilos de sus
marionetas en el único escenario que domina, el de la provocación, la violencia
y los altercados y que dejará al descubierto todas sus deficiencias cuando esto
termine. De ahí su interés en mantener vivo el ‘pruces’.
Supongo que con
un poco de cordura por parte de la sociedad catalana, participando en las
manifestaciones en tanto se mantengan en tono pacífico, pero abandonando el
lugar en el momento en que se detectaran conatos de violencia. Esto hubiera
dejado solos a los violentos, sean infiltrado o no, y hubiera permitido a la
policía emplearse son la contundencia que proporcionalmente requerían las
acciones. Pero, claro, estas instrucciones deberían haber emanado de los
dirigentes, y estos parecían los más interesados en mantener los altercados.
Llegados a este punto, solo nos queda esperar que, la policía, sea capaz de descubrir quienes están detrás de la organización y puedan imputarles los delitos correspondientes según la ley, de modo que terminen en la cárcel cumpliendo integras las penas que les correspondan, pues no olvidemos que, tanto las promesas como las amenaza, son para cumplirse y las penas que establece la ley son amenazas que pesan sobre los que se permiten delinquir.
Llegados a este punto, solo nos queda esperar que, la policía, sea capaz de descubrir quienes están detrás de la organización y puedan imputarles los delitos correspondientes según la ley, de modo que terminen en la cárcel cumpliendo integras las penas que les correspondan, pues no olvidemos que, tanto las promesas como las amenaza, son para cumplirse y las penas que establece la ley son amenazas que pesan sobre los que se permiten delinquir.
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