Si ya el camino de la Ermita de por sí, está siempre bastante transitado, estos días que preceden a la festividad de Todos los Santos, se ve especialmente concurrido en el tramo que lleva hasta el cementerio.
Personas que suben y bajan , a pie o en coche, solas o en grupo; con sus útiles de limpieza y sus flores, para dejar el camposanto como una verdadero jardín.
La historia nos enseña que el respeto y el recuerdo hacia los difuntos es tan antiguo como la humanidad. Quizá provenga de las primera religiones, o quizá incluso sea anterior y sean las religiones las que nazcan de las creencias en relación a los muertos.
Sea cual sea su origen, el caso es que hoy en día las religiones parece que están perdiendo fuerza, al menos tal y como las veníamos conociendo hasta ahora.
No hay más que observar la cada vez menor afluencia a los actos religiosos, en cambio la festividad de Todos los Santos sigue teniendo muchísima vigencia, y ello se debe a que se sigue recordando a los difuntos, como si de algo vivo se tratara. Les hablamos, les rezamos y les lloramos como si ellos pudieran oírnos, y quizá así sea, pero no lo sabemos.
Hitorias de fantasmas y de seres de ultratumba se asocian a estas fechas y son estas historias las que atraen a las nuevas generaciones, que despreocupados por sus antepasados, al menos hasta que les llegue la hora de hacerse cargo del mantenimiento de los nichos, que también lo harán, no me cabe la menor duda, viven estas festividades de un modo pagano, al igual que ocurre con los carnavales que preceden a la Cuaresma, o con cualquier festividad patronal de cualquier pueblo en la que al que menos culto se rinde es al Santo Patrono.
Si tenéis ocasión, y ya que el tiempo acompaña, no dejéis de visitar el cementerio estos días, el paseo es una delicia y también está bien recordar a nuestros antepasados al menos una vez al año.
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